Tengo un vicio que con el tiempo he ido tratando de corregir; a la hora de leer algo suelo fijarme demasiado en quien lo escribió, quien me lo recomienda, que casa editora posee y otros detalles semejantes, por lo que no suelo ser muy abierto a investigar por mi propia cuenta sobre nuevos autores, no suelo lanzarme a explorar las obras de perfectos desconocidos. Y lo curioso es que cuando he obviado esa manía que tengo con las referencias literarias y me he dispuesto a leer cualquier título de cualquier autor que me encuentre por ahí, sencillamente he corrido con la buena suerte de encontrarme con buenos autores; eso me ocurrió con Manuel Puigg cuando leí el Beso de la araña. Sin embargo no me ocurrió así con el descubrimiento que hice hace un tiempito de Roberto Bolaño, a este tuve que encontrarlo por referencias como las de siempre.
La primera vez que escuché hablar de Bolaño fue en una clase de Historia del Periodismo, una compañera dijo que el renegaba de Neruda, según la estudiante para el chileno la poesía de Neruda era cuadrada pero para nada la gran cosa. Entonces no le presté mucha atención, de hecho ni siquiera me tomé la libertad de ver si tenía algo de él entre mis libros, aunque ya había visto su nombre. Fue varios semestres después cuando en una clase de Redacción Periodística II que una estudiante se mostró escandalizada porque un profesor de Escritura creativa estaba leyendo un libro titulado “Putas Asesinas”, el título me llamó a la atención y al día siguiente lo empecé a leer.
Recuerdo que leí algunos cuentos de los que había en el libro, pero que vi otro titulado “Entre Paréntesis” y de repente me encontré leyéndolo sin hacer siquiera caso a nada de lo que estaba haciendo antes. Era un volumen breve, compuesto por algunas columnas periodísticas que en cierto momento hizo el escritor; columnas de temas varios, pero en general sobre literatura y algún otro tema relacionado.
Gracias a esta columna descubrí que Bolaño es excelente recomendando a otros autores, porque fruto de Entre Paréntesis me lancé de cabeza a leer la novela soldados de salamina de Javier cercas. Cuando terminé con cercas – No me arrepiento de haberme embarcado en su lectura.—volví a las obras de Bolaño.
Esta vez leí su novela 2666, ha sido una de las novelas que más me ha cautivado, por la forma en que cinco historias totalmente distintas coinciden como las vidas de familias de un mismo vecindario, pero que no se soportan. No saber si los críticos encontrarían a Archinboldy, o perderse en la locura de Amalfitano, o empezar a asomarse al drama de las mujeres asesinadas a través del periodista afroamericano, es una experiencia que entreteje las venas y en ocasiones desespera. Sin embargo son la parte de los cadáveres de mujeres y la parte de archinboldy las dos obras que más impactan, ver tantos cadáveres, tanta insinuación de hechos terribles en la cuarta parte, y descubrir la vida del escritor alemán en la quinta y última.
Sin embargo, lo que en verdad conquista en 2666 es la forma en que cada historia se concatena, en ocasiones con hechos minúsculos, pero siempre con un escenario que se repite, un drama recurrente.
Tras terminar la novela, volví a buscar Putas Asesinas y esta vez lo leí de un tirón. Todavía estoy rumeando las historias, el estilo y no descarto embarcarme en la lectura de todas las obras del creador de la “Infra Realidad”.
J.B
martes, 2 de agosto de 2011
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