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lunes, 5 de julio de 2010

TE MIRO FRENTE A LA BRISA

Te miro frente a la brisa,
La mirada fija en el mar.
Una hoja de papel en la mano como quien lee una carta,
Carta que no es tuya, que no es para ti,
Carta de una hoja en blanco, supongo.

Te veo ajena,
Al pie del ocaso en este verano,
Pendiente de las olas que te dan la mano salada y tibia del Caribe.

Te veo y tu voz me huele a piel mojada,
Me sabe al aroma de tus palabras,
Y te siento envolvente de los sentidos que marcan el rito de lo ilógico.

Te veo frente a la brisa con e el mar en tus pies,
Abrazada a la maréa y con el corazón aromatizado por maderas del bosque tropical.

Te veo,
Sin Ulises en pos de ti,
sin valientes que disputen tu libertad, o el futuro de tu esclavitud,
sin mirada perdida a lo lejos en espera de un tren,
o sin vestido de novia que tejer hasta que regrese el héroe de tu epopeya.

Tan sola en tu compañía,
Floreada de espesuras que te asfixian,
De sales que el sol suele no penetrar
Que tus párpados ocultan tras el lóbulo de tu oreja.

Sin espera en particular,
Esperas que la espera aparezca,
Y mientras pasa que la eternidad fluye entre tus dedos finalizando el inicio de su breve paseo
Te tomas un café sin desear el aturdimiento de las confusiones que suelen cobijarte.

Te veo frente a la brisa,
Sola junto al mar que calla mientras te hace una secreta confesión,
Entonces sin saber de donde surge algún ritmo,
De tambores sembrados en tierra negra, húmeda y sangrante de historias,
Pero los tambores callan a intervalos para que solloce la sal de tu pupila izquierda
Conjurando la muerte de la muerte que viene a por ti
Y así suele ser…

Tu frente a la brisa junto al mar,
La espera que no llega sin que te canses de esperar,
El silencio de la sal que te cobija,
Los tambores heridos que no paran de sonar, pero que callan a intervalo,
Tu pupila izquierda que solloza y conjura la muerte de la muerte que viene a por ti,
Hasta que termine el ciclo,

Entonces llegará tu Ulises, sin heroísmo, sin poderío y sin épica en la piel.
Entonces sesará el mar de ser tu compañero frente a la brisa,
Se romperán los tambores que no paran de sonar,
Tu pupila izquierda no tendrá más razón para sollozar,
Y quizás aunque la espera no llegue…
Quizás te visite la muerte…
Escueta, apasible, mortal,
Sin misticismo barato,
Tan solo con el sentido que da la presencia del silencio.

En todo caso ni la brisa, ni el mar, ni los tambores dejarán de bautizarte Penélope …

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