Los gritos del niño no cesaron en toda la noche. Al día siguiente, la madre tenía unas ojeras que le anunciaban el cansancio a larga distancia. Y lo peor del caso es que no hubo razón aparente para el continuo llanto del pequeño.
Al parecer desde la noche que inició a llorar, comenzaron los síntomas de su enfermedad. Estaba adelgazando a ojos vista, perdía el apetito y por más vitaminas que le daban, no parecía recuperarse. Además en el hospital decían que estaba bien de salud y solo le recetaban algunos desparacitantes.
Parece que era mal de ojo lo que tenía. Pero por más que intentaba recordar quien pudo haberlo hecho, no recordaba que nadie le halla mirado mientras le decía una de esas palabras que se prestan al mal de ojo, incluso había obligado a todos los que veían a su hijo a que dijeran en voz alta “Dios lo bendiga”, y ella sabía bien que eso no fallaba. Además el pequeño tenía en su manito el lacito rojo con el puño negro que sirve contra el mal de ojo. Eso no era en definitiva.
La noche llegó junto con la hora de darle el biberón al niño para luego acostarlo. Buscaría la manera de averiguar que era lo que le estaba matando el muchacho. Probaría lo que le dijo la vecina de Arcadia. Aunque ella no creía en eso de las brujas.
Entró en el cuarto con el niño en brazos. Lo acostó en la cama, lo arropó y le puso el bobo en la boca. Salió de la habitación, pero esta vez no cerró la puerta, ni apagó la luz como las otras veces..
Estaba al pie de la ventana de su habitación mirando la mata que se movía frente a la habitación de su hijo. Era extraño, pero ella no recordaba haber visto nunca ninguna mata en ese lugar.
-Rogelio, Rogelio. Levántate, en el cuarto de paquito hay algo moviéndose.
-Coño mujer no jodas, eso tiene que ser una mata o que se yo.
-no, no, ahí no hay matas y eso es muy grande para ser un pájaro. Y si es un ladrón.
Rogelio se levantó de la cama, buscó un machete y se fue al cuarto de Paco. La habitación estaba tranquila, ni señas de algo fuera de lo normal. Se acercó a la ventana y asomó la cabeza hacia fuera, tampoco había nada. Por la parte del camino que daba a la carretera, iba rengueando la vieja Mora.
-Coño mujer, tan buen sueño que yo tenía, como para que tu me estés jodiendo por pendejadas.
La Mujer se acostó junto al marido y aunque tardó en dormirse, tuvo una noche tranquila. Paco no lloró hasta las seis cuando reclamó su desayuno con sus alaridos de becerro.
Rogelio le contó lo que pasó la noche anterior a su madre. Lo decía solo por decir algo que tapara el silencio que había en la casa. Doña Nieves lo escuchó pensativa y sin intención alguna le recomendó que vigilara esa noche también y si veía a la misma mujer que le dijera que le fuera a pedir sal en la mañana.
El hombre no era tan bruto como para no saber lo que quería decir su madre con ese consejo. En verdad ahora que lo pensaba era curioso que su mujer viera algo en la ventana, que el fuera a investigar y no encontrara nada. Además ¿Qué hacía la vieja Mora caminando por ahí a esas horas?.
Permaneció despierto lo más que pudo para ver lo que traía la noche. Tenía el colín debajo de la silla en la que estaba sentado con el radito de oír la pelota. Sacó un cigarro del bolsillo, lo encendió y fumó con la esperanza de descubrir algo por lo que valga la pena desvelarse.
Esta noche tampoco hubo nada de extrañar. Paquito respiraba despacio en su sueño, su mujer dormía en el cuarto del lado y él era al único pendejo que se le ocurría quedarse despierto toda la noche como si el fuera sereno.
Los ojos se les cerraban solos, el cigarro ya no era suficiente para mantenerle despierto. Empezaba a ver unas líneas borrosas como de alguien que caminaba lejos con un par de zancos en los pies, escuchaba unos pollos gritando y la voz de un tipo que le gritaba una sarta de maldiciones a una mujer. Despertó sobresaltado, tomó en sus manos el machete y corrió a la ventana para ver que pasaba, pero no vio nada, a pesar de que los pollos de la casa del vecino Raúl estaban con una lloradera.
Estaba claro, hoy tampoco cogería la maldita bruja que le estaba matando el muchacho. Así que decidió irse a dormir, aunque antes de echar el primer sueño de la madrugada lo que hizo fue echarle uno a su mujer.
La abuela de Paquito recomendó que cuando lo acostaran, en la cama le pusieran una cruz con palos de fósforos, porque eso no falla para que las brujas lleguen donde el niño.
Rogelio estaba convencido de que la posible bruja que le fastidiaba las noches de los últimos días, era mora. Cuando salió esa mañana para el trabajo, en el camino habló con algunos compañeros de lo que pasaba en su casa, entonces le contaron de las cosas que se dicen de la vieja desde hace bastante tiempo. Por otro lado en una ocasión casi la matan a pedradas sin saber que era ella la que estaba ahí. En fin, todo resultaba muy curioso como para que no fuera una bruja la muy condenada.
Decidió que esa sería la última noche que velaría por una criatura del demonio como la que quería acabar con su hijo. Doña Nieves también ofreció su colaboración para que si lograban verla, entonces ella la atacara con las oraciones que conocía para el caso.
Julia hizo café para su esposo, la suegra y ella. Al biberón del niño le echaron miel de abeja junto con la leche para que durmiera más profundo que de costumbre. Apagaron todas las luces de la casa y quedaron en silencio total frente a la puerta de la habitación de paquito.
A media noche Nieves sugirió que todos fueran a dormir para que el olor de gente levantada en la casa no fuera a espantar a la visitante. El matrimonio aprobó la sugerencia. La primera en irse a dormir luego de dar la bendición a Rogelio y a su nuera fue la señora, acto seguido lo hicieron los esposos.
Todo quedó en silencio de noche. Nada salvo el croar de algunos macos que presagiaban lluvia para la noche, las peleas de los perros que seguían a una perra en fuga, las guayabas que Caían sobre el cinc a intervalos y el zumbido de los mosquitos encima del mosquitero. Rogelio despertó con un sobre salto, había quedado dormido demasiado tiempo y algo que escuchó en el cuarto de su hijo le hizo volver en si. Cogió el machete con sigilo, abrió la puerta de la habitación con todo el silencio del que pudo hacer acopio. Desplazó sus pasos hacia donde escuchaba el ruido, aguzó los oídos para tantear lo que pasaba al otro lado de la puerta en la que dormía paco.
En el momento en que entró al cuarto con el machete en la mano, la ventana de atrás se abrió y una figura vestida de negro se lanzó por ella dando un alarido. Raúl que estaba levantado, al escuchar la gritería que armó la mujer, le lanzó tantas pedradas como pudo y le mandó detrás los dos perros que nunca le dejaban solo en las noches de ordeño.
Rogelio no olvidó el consejo de su madre cuando vio a la mujer atravesar la ventana, y antes de que el machete se clavara en el marco de la misma le gritó con todo el odio del que pudo disponer. “Vuelve por la sal maldita bruja del demonio”.
Cargó al pequeño, lo llevó junto a la cama en la que dormía su mujer y terminó de pasar la noche junto a esta.
A la mañana siguiente, tomaba el café mientras hablaba de lo ocurrido la noche anterior con Raúl cuando corriendo vino julia a buscarlo.
-Rogelio, Rogelio, corre que doña Nieves está muy herida como si hubiese tenido un accidente.
Raúl cruzó de un salto la empalizada que le dividía de la casa de su vecino y acompañó a este a ver lo que le pasaba a la señora. Entraron los tres en la sala y ahí en una silla tirada se encontraba la madre de Rogelio diciendo con la voz quejumbrosa de quien quiere dar lástima.
- Rogelio, hijo, dame un chinsito de sal por favor...…
- ¿…?
J.B
viernes, 3 de septiembre de 2010
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