J.BDesalojo onírico
La corriente me arrastraba en marejadas que me dejaban sin fuerzas, a medio desfallecer. Fui expulsado de mi alojamiento sin previo aviso, por una fuerza superior a nada de lo que antes pude pasar en ningún lado. Aunque creo que no era la primera vez que hacían esfuerzos por desalojarme.
Así son las cosas, no mas tiene uno que instalarse, descansar un poco, beber algo para calmar la sed y los malos humores, cuando le llega una ventisca de quien sabe donde. Le deja todo maguyado, obligándole a parapetarse a todas prisas, con a penas los pocos recursos disponibles.
Tan pronto llegué al alojamiento, me dispuse a dormitar un poco. Todo el camino recorrido antes de aquí, fue una travesía difícil; lo menos que merecía era un tiempo de reposo ¿Por qué no? De buena vida.
Ahora bien, dígame un buen plan, que yo encuentro la hilacha que lo desbarata.
Las primeras semanas , el tiempo pasaba hasta aburrido si cabe aburrirse cuando todo es nuevo, desconocido. Pero, tan pronto mi instalación fue definitiva, mi presencia fue legalizada, iniciaron los trámites de mi expulsión.
En principio solo se trató de un temblor constante en el inmueble. Los retortijones del espacio eran contundentes, tiraban todo por los aires, dejándome con los nervios en el dedo mayor y sintiendo como si billones de minúsculas serpientes danzaran bajo mi piel.
No lo relacioné con la intención de expulsarme en principio, incluso desconocía tal intención. Todavía hoy, no me atrevo a denunciar que hubo un día tales propósitos, “creo que no poseo pruebas de afirmaciones semejantes”.
En otra ocasión permanecí unos días como drogado, sumido en un sopor que no alcancé a explicar, pero que me dejó sin fuerzas para nada. Pensé que podría estar alusinando por todo lo que tuve que atravesar antes, además de la constante tensión en la que ahora permanecía.
Supe que no imaginaba lo que ocurría, que en verdad no era bienvenido en mi propia casa, cuando una tarde, luego de un armuerzo frugal, unos tipos me tomaron por sorpresa, intentaron por todos los medios separar las partes de mi cuerpo y sacarme del domicilio. Por gracia de no sé que fuerzas, pude salvarme esta vez. Pero, comencé a tener unas pesadillas expelusnantes. Escuchaba como celebraban diálogos en los que discutían mi muerte. No la nombraban directamente, mas bien la pintaban con colores que pudieran borrarle cualquier culpabilidad.
Despertaba extenuado, temblando como un par de venas antes de rebenttar de tensión.
Pasé esos días dando vueltas de un lado a otro, encerrado en el condominio como un “Glóbulo Blanco” destituido de sus funciones dentro de una célula. El tiempo me resvalaba por el rostro elucubrando formas de expulsión, de muerte, de sadismo. Llegué a sentir un cierto placer en recrear los posibles tormentos que me esperaban; hasta que el sueño me amordazaba por enésima vez.
Entonces regresaban las pesadillas. Los conciliábulos en los que era planeada mi ejecución, ahora duraban horas. Luego de muchas discusiones en las que analizaban distintas formas de exterminio, culminaban con los retortijones que descalabraban el orden de la pieza. Luego despertar, otra vez temblar como vena en tensión, por milésima vez regodearme en el placer de los tormentos futuros, finalmente caer extenuado de sueño, luego de un día más de prisión.
Ayer estuve más débil que nunca. Las fuerzas a penas alcanzaban para incorporarme un tanto a tomar algo que calme la resequedad que cobijaba mis entrañas. Sin embargo, sentía una cierta felicidad, no logro precisar por que razón.
Podría atribuirlo al sueño que tuve. Fue suave, creo que vi un lecho, un abdomen desnudo y una mano que lo masajeaba con lentitud. No pasó a convertirse en pesadilla, mas bien difuminó su imagen muy despacio, luego desperté. Pero, no con la premura de siempre, incluso dejé de sentir que conspiraban contra mi nido.
Pero las fuerzas ya no estaban, quería pararme unos minutos, mas, el vértigo me hizo regresar a tenderme otro rato. Fui olvidando todo lo anterior, aquel sueño con la mano extraña masajeando el abdomen desnudo, me transmitía una sensación de descanso.
Los ojos, volvieron a adormeserce, volví a replegarme en mí. Entonces reinició la pesadilla.
Ahora dolía en la carne. Primero como una punzada en la superficie de la piel, luego con la agudeza de una bacteria gigante que te atraviesa con un aguijón el cuerpo.
La casa empezó a girar, vi una lluvia inmensa que salía de todos lados. Dispuesta a arrazar todo a su paso, con una presión similar a la que viví en otra vida.
Intenté aferrarme a algo, juro por lo que tenga que jurar, que lo intenté. Arañé la superficie,´nadé como nunca antes lo hice, pero la marejada me cubría.
Finalmente, el final. Perdí el último residuo de fortaleza que pude encontrar, empecé a sentir los nervios agarrotados, un calambre atenazó mi cuerpo en todos los sentidos, luego, me dejé llevar… NO valía continuar una carrera que venía escrita con el “FIN” en la primera página.
J. Beltrán.
Santo domingo
Diciembre 2010
viernes, 24 de diciembre de 2010
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