El Blus de Venus.
Llebaba en sus manos el saxo mientras caminaba hasta su casa. Desde que lo conoció, le tomó adhesión sin límites a sus melodías, pero no dejaba de lado la pasión por la trompeta.
Caminaba despacio, silbaba una pieza de jazz que venía practicando desde hacía varios días. Paró el silvido ante la presión que las tripas le hicieran en el estómago´. Todavía no dejaba de sorprenderse de la manera en la que el hambre se hacía presentar e incluso le causaba una cierta gracia. Desde que la conoció junto a las otras experiencias de la vida humana, no pudo más que anonadarse frente a ellas.
Por su mente asomaban las imágenes de la vida que había decidido vivir tras abandonar el cielo para venir a este país en la tierra junto a la mujer que también decidió su mortalidad por él. Venus le esperaba en casa, quizás con muy poca ropa y con una coquetería que competía tan solo con la de esas mujeres del Caribe al que había llegado.
Todavía la comida no le quedaba del todo comestible y la vida resultaba difícil sin las comodidades con las que antes contaban. Pero en un ataque de romanticismo , desidieron abandonar la inmortalidad para entregarse uno al otro. Como era de esperar, ya habían tenido tiempo de sobra para odiarse mutuamente por su resolución. Aunque él aún trataba de mantener su convicción desde el credo….
De lo único que estaba seguro, era de que a pesar de las dificultades en las que tenían que vivir los dos como pareja, ella le quería tanto como él y ambos habían tomado la mejor opción. La fidelidad de uno en el otro, aún era signo de su antigua inmortalidad.
Entró en la sala de su casa, donde lo recibió el aroma de lo único que preparaba su mujer con toda ley. El café le invadía todos los sentidos y corrió a buscar una taza para sí. Tardó unos minutos en completo silencio, degustando el café.
Era este uno de los momentos en el que no podía menos que saludar su idea de venirse a la mortalidad.
-Hay Gabriel, lo mejor que has hecho. –Acalló sus palabras con otro sorbo de la bebida. Puso la taza vacía junto a los trastos sucios. Y preparó su cuerpo y su espíritu para disfrutar del cuerpo de su mujer.
Caminó hacia la habitación sin a penas hacer ruido. Pensaba en la posición que le contó uno de los músicos que conoció días atrás y que no dudaría en practicarla con Venus.
Algo no andaba bien. La puerta de la habitación estaba cerrada por dentro, además había demasiado silencio en la casa como si solo estuviera él. La melodía del jazz continuaba en su cabeza mientras volvía hacia la sala para buscar las llaves de la habitación. Podía haber llamado a su mujer a que le abriera, pero esta podría estar durmiendo y no quería despertarla, además tenía en mente darle una sorpresa. Tomó las llaves que estaban sobre la mesa del comedor y regresó a la habitación.
Venus estaba helada por la sorpresa. Los ojos le bailaban en todas las direcciones mientras con la sábana intentaba ocultarse incluso del ojo de Dios, si fuese posible. Veía a Gabriel mirarle con la cara de bobo que ponía cuando algo le resultaba desconocido o inconptrensible, esa que a fuerza de tanto verla en los últimos tiempos, ya estaba dejando estragos en él.
Desde que vino aquí como esposa de un piadoso ángel del cielo, su vida iba teniendo esa calma a la que no estaba acostumbrada. Extrañaba su concha en la mar de Chipre y las pícaras miradas que daba a los mortales que se desvivían por ella en su antigüedad. Ahora tenía a un músico que le hacía el amor con tanta calma que apenas y si lo sentía. Era como si estuvieran cantando uno de esos himnos a los que él había estado acostumbrado en la corte celeste.
Por eso no pudo menos que volver a sentirse una mujer divina cuando los hombres empezaron a hacerse amigos de Gabriel con el fin de mirarla. Veía las miradas de deseo que le lanzaban, pero siempre las veía como una forma de estimular su imaginación para cuando esté sola en el baño.
Gabriel miraba a Venus con tanto asco como desepción. Deseó en ese momento ser de enérgicas reacciones como esos tipos caribeños con los que vivía a diario o como estaba seguro que sería el que estaba sobre su mujer en este momento. Pero ni siquiera esta era una de sus cualidades, se limitó a apoderarse de la imagen de su mujer desnuda y con cara de muerto sorprendido en lecho de vivos, cerró la puerta lo más despacio posible y sin decir palabra alguna salió de la estancia y de la vida de Venus.
Esa noche supo que para querer olvidar sin lograrlo, lo mejor es el ron. Aprendió a dejarse querer por las mujeres que lo deseaban desde tiempos inmemoriales. Conoció a otros borrachos como él que le enseñaron a lamerse las heridas con los requintos de una bachata de amargue. Bebió, bailó con torpeza y amaneció tirado en una esquina sin reloj, anillo, ni zapatos.
Despertó con los truenos de Zeus en la cabeza y en su cuerpo los dolores que tuvo cristo en el calvario, con más sed que este cuando caminaba hacia el Gólgota. Mas tarde también aprendió que esta era la llamada resaca.
Enfiló hacia su casa con la esperanza de no ver a Venus. Quería tan solo darse un baño, y buscar sus instrumentos para irse a cualquier sitio.
Venus, no vio a Gabriel durante muchos años. Le buscó bastante tiempo pero no supo nada de este. Pensó en mil y una razón para su desaparición.
Se le ocurrió que este pudo haberle rogado a dios que le volviera inmortal una vez mas, que talvéz murió en algún lugar, que se fue del país o que la veía a escondidas pero no se dejaba ver por ella.
La soledad comensó a golpearle poco a poco, no se sentía a gusto con ningún otro mortal, salvo en algunas ocasiones de placer, pero incluso a esas había renunciado por falta del jodido ángel.
Encendió la radio como todas las mañanas para escuchar algo de música. Los acordes le relajaban y le trasladaban a lugares imposibles incluso para ella que tanto había visto. Pasó una pieza que antes no conocía, pero que le encantó.
La voz del locutor comenzó a hablar de la siguiente pieza.
- Aquí… su segmento de las revelaciones inmortales. –La palabra inmortal resonó en su pecho como lejana e incluso maldita.
- Una pieza que se ha ido transformando en la identificación de todos los que la hemos escuchado. El saxo fone una vez más nos regala sus lamentos pero esta vez con tanta tristeza…
Acontinuación el jazz revelación de esta mañana. – Eso era lo que más le molestaba de los locutores, tanto hablar y dar rodeos, cuando la gente lo que quería era escuchar la música.
-De Gabriel: “El blus de Venus”.
lunes, 7 de junio de 2010
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