¡Crees que la educación en los pueblos de latinoamérica podrá tener algún punto de incremento en los próximos 5 años?

lunes, 7 de junio de 2010

NADIE SABE PARA QUIEN TRABAJA

En las manos llevaba una lata de sardinas, cinco panes y un jugo de naranjas para preparar la cena, el desayuno y el almuerzo del día. Siendo las nueve de la noche, tenía en el estómago el café que compró con los últimmos cinco pesos de su presupuesto semanal. Con el hambre de toda la semana sobre la piel y el acidez que le daba cualquier cosa que hechara en su interior, pensaba comer lo más tarde posible a sabienda de que nada le garantizaba la comida del día siguiente.
Para poder comprar la sardina, el jugo y los panes, además de tener dinero con que pagar el pasaje de la guagua qu que le trajo hasta su casa, vendió los zapatos que trajo su abuela de Estados Unidos en el último viaje que hizo antes de que la matara un infarto. Para mañana quizás venda el radio que compró cuando logró encontrar una casa para vivir. Pero por el momento no quería pensar ni en lo que tuvo que vender hoy, ni en lo que vendería mañana, o lo que tendría que hacer para no morirse de hambre.
La punta del puñal le clavaba la columna vertebral. La presión era muy fuerte para que no le estuviera cortando por lo menos un poco. El brazo del sujeto, rodeaba su cuello con una presión que a penas y si le dejaba un tanto de aire para respirar. En su oído izquierdo sentía el aliento tivio del tipo que le hablaba con una calma premeditada, dejaba intuir furia y un tanto de premura en la voz, a pesar de que era un susurro.
-Loco, tengo hambre y gana de un dinerito. ¿tu crees que puedes hacer algo por mi?
No logró articular palabra. El sujeto le fue empujando a un lugar más oscuro.
Un frío como aceitoso recorría sus extremidades de arriba abajo, de abajo a arriba. Las venas se agarrotaron, no supo como lo sabía, pero sabía que eran las venas las que le oprimían. Callendo en la cuenta de su terror estaba, cuando el sujeto hizo su exigencia definitiva con toda la presión que pudo poner remanifiesto.
-papá, ¡dame la jodida funda que llevas en la mano!, ¡y por tu bien y el mío mira a ver cuanto dinero me das y rápido que me es está temblando el cuchillo!, ¿Tu entiendes verdad…..?.
No atinó a decir algo por encima de una especie de lamento. No quería tener conciencia de lo que implicaba el cuchillo que tenía en su espalda, pero la conciencia atacaba por cada resquicio de su reticencia y le enfrentaba a los cien pesos que le quedaban en el bolsillo y a la funda que tenía en la mano.
-Loco ¿pero es en serio…..?
En ese momento la frase le sonó estúpida incluso a él, pero de seguro si volviera a intentar decir algo, talvéz fuera esa la única oración que pudiera formular.
El atracador, le urgió una vez más para que entregue lo que tenía en las manos y en los bolsillos, ahora valiéndose de amenazas que surtieron efecto inmediato.
Procedió a buscar en el bolsillo derecho con la mayor lentitud posible, no tanto por hacer tiempo para atacar , como para sentir un momento más el único capital que le acompañaba. Lo sostuvo en la mano, los dedos le temblaron, pensó que la noche anterior no había agua en casa para tomar y que con la prisa por comer algo, había olvidado comprar. Esta noche dormiría desde que llegue, quizás se de un baño, y mañana pasaría el día viendo televisión en casa. Recordó que tenía unas onzas de azúcar, talvéz comería algo de esta para entretener al hambre. En algún lado escuchó que el azúcar sirve para dar energía.
Terminaba de sacar la papeleta que arrugaba en las manos para entregar al asaltante, cuando escuchó una risa aguda y burlona que acompañaban unas palabras inverosímiles.
-Loco, yo estoy jugando, ¡tu porque no viste la cara de miedo que pusiste!. Que palomo, papá tu si que estás pendejo.
Por un momento quedó desarticulado, no comprendía del todo lo que estaba escuchando, pero al voltear para ver de quien salían esas palabras, no pudo más que dejar caer el puño en la quijada del que reconoció como chucho el hijo de su madrina tata.
-¡Hijo de la gran puta!, ¡coño!, ¿Qué es lo que tu te crees?. Tu maldita vida, ¿tu crees que todo el mundo es un mama güevo como tu mariconaso?.
Chucho intentaba defenderse sin atacar, pero los puñetazos eran cada vez más rápidos y como que no tenían dentro de sus intenciones dar con poca fuerza.
Las cosas agravaron, Chucho tropezó con el borde de la acera, perdió el equilibrio, a una cierta distancia de él, escuchó el sonido metálico del cuchillo al caer tras de sí. Luego de caer al suelo, continuó golpeándole con los puños cerrados, había contenido durante toda la semana, la rabia que le daba el verse en la situación que tenía ahora, y a este hijo de la gran puta lo que mejor le parecía era venir a joderle de esta manera.
No quería ver, oír o sentir nada, solo deseaba golpear. De pronto se detuvo en seco, chucho no se defendía ya, poco a poco fue volviendo en si, el entorno se le reveló con toda la nitidez posible, lo que vio no le gustó para nada.
De debajo de Chucho salía un charco de sangre con tendencia a crecer, él no recordaba haber dado ningún golpe en la espalda del muchacho,. Lo levantó por la cabeza, miró tras su espalda y encallado entre las costillas y la columna del joven, vio la casi más de la mitad de la hoja del cuchillo.
¡coño!, lo que le faltaba, haber matado al hijo de su madrina. Pero el muy cabrón era el culpable, a él quien lo mandó a querer hacerse el gracioso con su idea del atraco. ¡joder, joder , joder!, ¿Qué iba a hacer?. No podía dejarlo ahí tirado, el maricón ese era casi de su familia.
¡Coño, coño, coño!, eso te pasa por dejarte llevar de lo bueno que es darle un par de trompadas a un maldita madre. Coje ahí, tu no querías darte de boxeador.
Corrió hacia la casa más cercana en la que alguien le conociera, tocó la puerta frente a la casa de don julio para que le ayude a llevarlo a alguna clínica. Julio apareció en la puerta con sus 6,6 pie de estatura, con su corpulencia habitual y con el aparente desenfado que caracterizaba su timbre de voz.
A trompicones le contó lo que ocurría y entre los dos cargaron al herido hasta el carro de Julio para llevarlo talvéz al Darío Contreras, no, mejor era llevarlo a la clínica de Antonito, esa estaba más cerca. Aunque a sinceridad julio no creía en los buenos resultados para la salud de Chucho. Encendió el carro y salió lo más rápido que su miedo a las grandes velocidades le permitió.
Rosita salió de su casa para pedirle de favor a Chago el del colmado que le fiara seis panes y cuatro tablas de chocolate. Caminaba lo más despacio posible, le fastidiaba tener que pedir fiado, siempre sentía como que la gente le hablaba con desgana y que no le querían atender. Además siempre era ella la que tenía que ir a pedir fiado donde don Chago y desde hacía mucho ella no veía que su mamá fuera a pagarle.
Caminaba pateando el polvo, canturreaba una bachata que escuchó en la casa de Daniela, esos si que no cogían fiado nunca y los hijos de Daniela siempre tenían de todo, incluso llevaban dinero a la escuela para comprar en recreo; lástima que fueran tan creídos.
´Una funda se le enredó en los pies y ella se percató de lo que contenía. La tomó con cierto recelo pero vio que todo el contendio estaba bueno, no entendía como alguien podía botar tantas cosas sin que estén dañadas. Dio un rodeo con la vista a todo el espacio que le quedaba alrededor y se percató de un papelito muy arrugado que estaba en el suelo junto a un charco de algo líquido. Se abajó a cojerlo y vio que eran cien pesos, estaban secos pero cerca de ellos vio que lo que había era sangre.
Por un momento pensó en dejar todo eso ahí y salir corriendo lo más rápido posible, pero cargó con todo y hechó a correr con todas sus fuerzas.

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